Saudade

Poco duraron los escarceos de Le Mans con los sonidos más electrónicos y amnésicos. Un año después de «Zerbina» (Elefant, 1995), disco experimental creado bajo el influjo de los nuevos tiempos propios de la cultura club que en los años 90 se iba imponiendo, el grupo regresaba a sus orígenes.

«Saudade» (Elefant, 96) traía así una vuelta a las raíces donostiarras de Le Mans, recuperando para este nuevo trabajo (si es que en algún momento se llegaron a abandonar) los arreglos de cuerda ya utilizados en «Entresemana” (Elefant, 1994), convirtiéndolos en su sello indiscutible.

El protagonismo de la música, y de las cuerdas en particular, es absoluto. En gran parte instrumental, «Saudade» comienza con la delicada «Desacierto» y su minuto de punteo y nostalgia, al que más tarde se suma la voz suave y musical de Jone Gabarain. Apenas se percibe cambio de ritmo; una rueda giratoria para un paisaje melancólico y enajenado dibujado por el vago sonido de un chelo.

Entre cuerdas, árboles y maridos ruines llegamos a «Lucien”, una fotografía de la lluvia en Lisboa: «Miro a mi alrededor / y me apena marcharme de aquí / sin intentar dar una razón./ Si tuviera el valor de poderte explicar / si pudiera hacerlo mejor / lo haría por ti. (…) Pero siempre es igual y me vuelvo a dormir / no me atrevo a marcharme y tú / tan lejos de mí».Un entrante para lo que está por venir: «Travesía«, la saudade en estado primigenio, una imagen, un juego de espejos que transporta a la humedad de la tierra mojada y a la nostalgia sin más.

Se va aproximando el final. «Orlando», anticipándose a la despedida nos regala la banda sonora para la vida de entresemana, para los viajes sin rumbo. Canción para una pena. O un poema, de amor, triste… y tras esto, la elegancia de «Paramour», el broche final que marca el adiós.